miércoles, 31 de diciembre de 2014

¡Feliz 2015!

Un 31 más, un teclado y una página en blanco. No sé si es mi percepción pero cada vez parece que los años pasan más deprisa. Ya estoy otra vez aquí haciendo mi balance, o intentándolo, porque es muy difícil para mí analizar este 2014 que se marcha.
 Por mucho que nos esforcemos las personas tenemos un maldito mecanismo que hace que aunque tengamos 1000 cosas buenas parezca que sólo pesan las malas. Sería egoísta decir que ha sido un año horrible porque ha tenido momentos muy emocionantes y bonitos, pero es complicado quitarse esa sensación.
Enero empezó con mal pie. Fue un mes duro entre lágrimas y habitaciones de hospital, pero si de algo me siento orgullosa es de saber que di todo lo que había en mí, y que lo volvería a hacer una y otra vez. En él aprendí que es inevitable luchar contra la esperanza, porque por muy evidente que sea la realidad es algo que vive dentro de nosotros con todas sus fuerzas, y también cómo a veces aunque seamos conscientes de las situaciones nos negamos a reconocerlas en voz alta.
Febrero continuó la agonía, hasta que finalmente el día 12 todo acabó y la vida se lo llevó. Es curioso. Desde niños nos enseñan a leer, a escribir, a dar las gracias. Nos enseñan a multiplicar, a analizar oraciones, a ser educados, a pedir las cosas por favor. Nos enseñan a ser sinceros (o al menos a intentarlo), los países, las capitales, los animales. Nos enseñan que hay que respetar a los demás, que hay que pedir perdón. Nos enseñan muchas cosas, pero nadie nos enseña a vivir sin nuestros seres queridos. Nadie nos enseña a afrontar esos momentos, a decir adiós. Y cuando ocurre tienes que aprender todo de golpe y empiezas a darte cuenta y a pensar cosas que nunca habías pensado. Empiezas a ser consciente de que hoy estás aquí, pero dentro de un rato ¿quién sabe?, que de repente un día todo se acaba y ya está. Que debes aprovechar el momento porque no sabes cuando todo puede cambiar. Que no debes dejarte nunca un te quiero en el bolsillo para después, porque después puede ser tarde. Empiezas a ser consciente de tantas cosas que es inevitable que algo te cambie un poco por dentro. 
Volviendo por dónde iba, que me pierdo en divagar, febrero marcó mi 2014. Marzo pasó sin pena ni gloria, y en abril me tocó un caramelo dulce. La ironía de la vida hizo que un 12 me trajera un regalo y descubriera unos sentimientos increíbles. Después de un día muy largo y algún pequeño momento de tensión, mi sobrino Enzo vino al mundo y me devolvió parte de mi sonrisa. Intentaría explicar lo que sentí  la primera vez que le vi la carita y lo sostuve en brazos, pero no existen suficientes palabras para hacerlo.
Los siguientes 4 meses se deslizaron por el calendario deprisa y sin relevancia, para dar paso a un septiembre cargado de emociones. Aunque San Antolín ya no es mi San Antolín fui capaz de disfrutarlo y a pesar de las ausencias tuve un cumpleaños mucho mejor de lo que hubiera imaginado, con la visita incluida para compartirlo conmigo de la mejor amiga que se puede tener.  Cinco días después, el 13, ocurrió uno de los días más bonitos que recuerdo. Orgullo de hermana con la boda más bonita del mundo, la emoción a flor de piel y las lágrimas esta vez de alegría.
En octubre decidí comenzar de nuevo a ir a por mi sueño y  gran objetivo profesional de mi vida, y durante todo él, y durante noviembre y parte de diciembre me he dedicado a luchar contra mi estrés y nervios que tanto me están fastidiando.
Finalmente el último finde del año lo he pasado fuera disfrutando de 3 días de desconexión al lado de la persona que más me quiere y me cuida, y que durante este difícil año ha sido la que me ha sacado a flote una y otra vez estando a mi lado sin despegarse de mí, aguantando mi mal humor y mis malos momentos y dándome todas las fuerzas del mundo para seguir avanzando. Creo que nunca podré agradecerle todo lo que hace por mí.
Sin más, hoy le digo adiós a este agridulce 2014 para recibir, como siempre, con una gran sonrisa y con la ilusión de que sea un gran año para toda la gente que quiero y para mí, a este 2015 que está a punto de empezar.
¡Feliz 2015! Mucha felicidad, amistad, amor, salud, dinero y sobretodo mucho Nanananana to me!!!

viernes, 9 de mayo de 2014

Feliz cumpleaños abuelo (8-5-2014)

Hoy me invaden los recuerdos. A nadie le interesa, pero tengo el alma tan cargada que necesito vaciarla el algún rincón. Mi mente me traslada a hace muchos años (o quizás no tantos). Me veo pequeñita y sonriente, como siempre. Quizás tengo 10 años. Entro corriendo en casa y te achucho:

-“¡¡Felicidades abuelo!!”
-“Gracias mi niña”
-“¿Cuántos cumples?”
-¿Yo? 33
-“¡Eso dices siempre!”
-“Yo es que llegué a 33 y dejé de cumplir años”

Protesto porque me engañas y tú te ríes y me das de nuevo otro achuchón. Suena el timbre. Llegan los primos con sus padres. Sacas las patatas, las cortezas, la cocacola. Hay alboroto, pero me gusta. Te pedimos la pelota de tenis que siempre anda por ahí para salir a jugar al fútbol al patio. “¡Cuidado con los tiestos!”. Ponemos cara de angelitos, te prometemos que tendremos cuidado y mientras los mayores hablan de cosas aburridas salimos a jugar.
Si cierro los ojos puedo escuchar las risas. Me veo jugando, corriendo, entrando a por patatas, saliendo de nuevo. Y cómo no, una vez más, uno de los dos enanos se ha cargado un tiesto. Sin darnos tiempo a reaccionar en lo que nos miramos sales al patio y nos persigues mientras damos vueltas a la mesa. “¡Mira que os lo he dicho! ¡Venid aquí! ¡Cómo os coja!”. Nos parece divertido. Nos quitas la pelota y entras dentro. Y ahí empieza mi misión:

-“Abuelo, déjanosla, que te prometemos que tenemos mucho cuidado”
-“No os la dejo, que siempre rompéis alguno”
-“Andaaaa, porfaaaaa”
-“Me cago en la mar salada…Toma anda, ¡pero como rompáis otro no os vuelvo a dejar jugar con ella!"
 
Te abrazo de nuevo y salgo a jugar. Felicidad. El tiempo vuela y aunque hayan pasado horas parece que han sido minutos y ya nos toca volver a casa. Cómo me gusta mayo, me gustan tantos tus cumpleaños… 
Ahora mis recuerdos me llevan a un tiempo más reciente. Ya no hay esos cumpleaños tan grandes. Echo de menos aquéllos de cuando era pequeña, pero ahora son especiales de una forma distinta. Me paso la tarde buscando qué regalarte. Cosas sencillas pero que te hagan ilusión. La conversación al felicitarte sigue siendo igual que 10 años atrás. Sigues cumpliendo 33. La única diferencia, es que ahora me felicito a mí misma por tener la suerte de tenerte en mi vida.

Vuelvo al presente con una sensación muy agridulce. Hoy es 8 de mayo. Debería ser un día feliz. Debería haber estado pasando la tarde buscando tu regalo, pero estoy aquí delante de un teclado. Ya no estás. Es el primer cumpleaños que no te tengo. La primera vez que no te puedo felicitar. Siquiera hace 3 meses que te marchaste y una sensación extraña me hace un nudo en la garganta. Te echo de menos. Ya no hay más “mi niña”, ya no hay más abrazos, o más conversaciones. Ahora sólo quedan los recuerdos, y un gran vacío en mi interior. 

Feliz cumpleaños abuelo.