lunes, 13 de junio de 2011

Diez años sin tí....

Siempre fui una niña más responsable y madura de lo que a mi edad le correspondía, y en parte fue por todo lo que he vivido que me ha hecho ir creciendo muy rápido.

Una de las principales causas es lo que viví con mi abuela, con su enfermedad durante 7 años cuándo yo solamente era una cría.

Una maldita enfermedad se cruzó en su camino y la fue consumiendo poco a poco hasta conseguir apagar su luz del todo. Demencia senil, alzhéimer…ya no sabían cómo llamarlo.

Todo empezó derrepente, pequeños olvidos, miedo de quedarse sola en casa. Cosas extrañas en ella, una mujer con un gran carácter muy fuerte. Desde entonces cada día iba consumiéndose un poquito más. Los primeros años eran llevaderos, pero los finales han sido lo más cruel que he visto en mi vida.

Vivía 6 meses en mi casa y 6 en la de mi tía. Teníamos que cuidarla porque no se valía por sí misma y cada día que pasaba era peor que el anterior. Yo sólo tenía 7 u 8 años cuándo empezó lo más fuerte. Mi madre no daba abasto y yo la ayudaba. Cuándo ella iba a comprar el pan yo me quedaba pendiente de que cuándo tocara la alarma del reloj mi abuela tomara las pastillas.

Dormía en mi habitación, en la cama de al lado. Entre la noche se despertaba desorientada y se quería levantar. Yo me despertaba y la calmaba hasta que venía mi madre y conseguíamos que volviera a dormir. Se pasaba el día en su mundo con la mirada perdida absorta en sus pensamientos mezclando momentos de lucidez con otros en los que siquiera sabía quién era.

Cada día se iba encogiendo más, empezó a tener dificultades hasta para andar. Durante una época decía que no sabía tragar y sólo comía sopas y purés. Después de mucho tiempo así, el día de mi comunión estábamos en casa y le dije a mi madre que le iba a ofrecer un pastel. Mi madre me dijo que seguro que no lo iba a comer pero yo lo intenté. Me acerqué y le dije: "¿abuela quieres un pastel?" Me miró y me sonrió, lo cogió y ¡lo comió! Fui corriendo dónde mi madre gritando, "¡mamá está comiendo! ¡come sólido otra vez!" Yo sólo era una niña, no sabía que esa enfermedad no tenía cura..pensaba que quizás empezaba a recuperarse, pero sólo fue un espejismo que duró unos días…

Hicimos todo por ella, pero ya no podíamos atenderla cómo necesitaba, así que después de estar muy malita en vez de ingresarla en un hospital la ingresaron en una residencia médica…allí vivió sus últimos 7 meses de vida, con nuestras visitas casi diarias. Empezó a olvidar, no reconocía a sus hijas, no sabía quién era nadie. Excepto yo. No sé por qué razón pero soy la única a la que no olvidó. El único nombre que pronunciaba: Amara.

Y entonces llegó aquel fatídico día. Eran las 4 o las 5 de la mañana. Yo sólo tenía 11 años. Sentí a mi madre que se estaba duchando. Me levanté y le pregunté que qué ocurría, me dijo entre lágrimas: “nada cariño, que la abuelita está muy malita, vete a la cama corre” Yo me acosté pero no me convenció demasiado. Pasado un rato me volví a levantar. Mi madre estaba en la cocina pequeña. Le pregunté, "mamá, ¿qué pasa?" Y entonces me lo dijo. Después de 7 años consumiéndose la vida de mi abuela se había apagado. En ese momento mi madre me agarró la medalla que mi abuela me había regalado el día de mi comunión. Si véis fotos mías notaréis que siempre llevo del cuello colgada una medalla de una Virgen. No la llevo por motivos religiosos sino porque me la regaló mi abuela. Es la Virgen de las Angustias de Arévalo, mi abuela era muy devota de ella y es el último regalo que me hizo. Aquella noche mi madre la agarró y me dijo: “no te la quites nunca, llévala siempre contigo” y por eso siempre me acompaña.

De lo demás que ocurrió aquel día prefiero no contarlo aunque me acuerdo perfectamente de cada momento, cada segundo, cada instante...

Hoy hace 10 años de su adiós. Hoy hace 10 años que su luz se apagó. Dicen que el tiempo todo lo cura, pero es mentira. Hay cosas con las que simplemente aprendes a convivir. Hace 10 años no se fue mi abuela, sino que una parte de mí se murió con ella.

Pero a pesar de ello me siento orgullosa de todo lo que compartí. Me siento orgullosa de todo lo que dí. Y por todo ello me seguiré acordando siempre de ella y la llevaré siempre conmigo. Porque ella se olvidó de todo el mundo menos de mí. Por eso yo nunca me olvidaré de ella y cada 13 de junio seguirá sabiéndome tan triste....

Hoy hace 10 años que estoy sin ti…pero yo sigo echándote de menos.